ADVERTENCIA

Esta es la historia de unas personas, amigos, que comenzaron a reencontrarse por medio de cartas via mail... lo que suceda está por verse... está diagramado a tiempo real (una carta espera a la otra, casi siempre) si sos impaciente... ni lo intentes, los autores no se hacen responsables de daños colaterales. Lo que si te recomiendan es que empieces por la primera carta, asi la comprension global de la historia es mayor, busca en la barra lateral las publicaciones o anda hasta el final del blog (que ahi comienza) y buena jornada literaria.

lunes, 5 de octubre de 2009

5 de octubre

Querido Pablo: No sabés qué gusto que me da recibir tu correo. Hasta el momento que lo leí, estaba totalmente deprimido. Mi cuerpo me reclamaba todo el tiempo un sueño profundo, mi mente se lo negaba. Me ví reflejado en los mosaicos de los pasillos del hospital y la expresión de mi cara era tan sombría como un cielo nublado. Debo confesarte que mientas leo tus cartas se apodera de mí una rabia atroz, seguramente causada por tus versiones de la historia, sobretodo cuando nombras personajes que yo no registro, como el marido de Laura… ¿Qué querés lograr con eso? Pero, ahora, sentado en esta oficina sombría del este sombrío hospital, me regocija estar escribiendo sobre ella, y como te conté en mis correos anteriores, sólo con vos puedo hablar sobre ella. Te digo todo esto porque ayer por la mañana vino a verme mi primo Ale. Con él no pude entablar una conversación coherente, sólo me respondió con monosílabos y evasivas. Ni decirte que cuando llevé la conversación para el lado de Laura, se puso muy serio y me dijo “En un mundo donde existe el tiempo, nada puede volverse atrás” ¿lo tenías al Ale de filósofo? Miralo vos. Aunque no entendí el sentido de la frase, me pareció brillante. Se ve que quedé pasmado por sus palabras y me adormecí recostado sobre el césped del jardín. Al despertar, abrí los ojos, miré alrededor y mientas iba recogiendo despacio los fragmentos de mi conciencia esparcidos por las copas de los árboles, descubrí que Ale se había ido, como de costumbre. Acordate de cuando éramos chicos, si Ale jugaba con nosotros, nunca entendía nuestros juegos y de pronto, desaparecía. Es la historia de mi vida, las cosas desaparecen de pronto sin que las haya entendido y el presente no es sino el fugitivo progreso del pasado royéndolo todo.
En mi siestita soñé con un pájaro gris, tormentosamente vil. En su vuelo rasante nos atrapaba a vos y a mí y nos llevaba en su lomo a volar a toda velocidad por un campo repleto de cruces. De pronto detenía su vuelo y se posaba sobre una tumba sombría. El ave con los ojos saltones, del color de los ojos de mi primo Ale, nos señalaba el nombre escrito en la lápida. Ya sabés el final, amigo, ese nombre era el de Laura. Ya sé que todo sueño contiene una verdad en espera de una única interpretación, pero fue demasiado para mí. Pasé el resto del día intentando acertar el mensaje del sueño pero no logré siquiera aproximármele.
Bueno, y como para llevar la conversación hacia otro terreno te cuento que hoy por la mañana, antes de venir a escribirte a vos, presencié una clase de los practicantes de psicología del hospital. Nada especial, es más, un tanto aburrida. Me llamó la atención un profesor flaquito de gruesos lentes. Estuvo durante más de una hora hablando y escribiendo en el pizarrón sobre la clasificación psiquiátrica de las patologías mentales. De pronto de detuvo, dejó la tiza sobre el escritorio y dijo “Olvídense por un momento de esta clasificación y piensen en esto: Todos somos enfermos mentales, pero no todos estamos obligados a estar locos. El loco, muchachos, es el que reprocha al mundo las perturbaciones de su alma… no es porque yo lo diga, lo dijo Lacán” Miré hacia ambos lados de la clase y sentí que los alumnos me miraban con admiración. Le pedí los apuntes a mi compañero de banco para transcribirte la frase de modo fidedigno. Te dejo pensando en eso y me alegra que sigas en libertad. Saludos. Darío

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